La Real Academia de la Lengua Española define el desapego como “falta de afición o interés, alejamiento, desvío”. Sin embargo, en Psicología lo entendemos como la capacidad de una persona de desvincularse y no aferrarse a algo o alguien. Se trata de entender cuando es necesario soltar y dejar ir lo que no podemos controlar o nos hace daño.
¿Es esto algo fácil de realizar? Para nada. ¿Es necesario frente a diversas situaciones? Absolutamente. Es difícil porque involucra los afectos. Decidir “soltar”, “dejar ir” algo o a alguien significativo para nosotros, tanto por el ciclo vital en que se está o por devenir de la vida, es difícil pero necesario. Es una forma de no ser impactados de modo negativo por las situaciones que nos toca experimentar.
El desapego necesariamente implica un duelo, un sentimiento de pena, de malestar o dolor que surge tras la pérdida de algo significativo.
A nivel social, vemos como las guerras y las migraciones hacen experimentar el desapego de forma traumática a quienes les toca vivirlo, y no como algo elegido en función del bienestar psicológico de quienes lo experimentan. A nivel individual, las diversas etapas de nuestra vida nos van haciendo enfrentar este fenómeno. Los hijos crecen y se independizan, un cambio de trabajo o incluso dejar la casa donde hemos vivido períodos importantes de nuestra vida, son ejemplos de situaciones que nos instalan frente a la disyuntiva de permanecer en el dolor que esto nos produce o comenzar a ensayar y experimentar el desapego, para adaptarnos a las nuevas circunstancias.
Comprender que no todo depende de nosotros, que es necesario en momentos de la vida ser capaces de tomar distancia de relaciones, objetos y personas implica entender y aceptar que hay situaciones que no se pueden cambiar, pero si se puede elegir la manera de cómo vivirlas.
La vida es un constante movimiento. Nos enfrenta a dos alternativas de reacción: aquella que implica quedarnos en el dolor que nos produce aquel movimiento, o, por el contrario, la oportunidad de trabajar el desapego de manera que nos permita adaptarnos positivamente a las situaciones que la vida nos trae de forma que nos produzcan un tránsito menos doloroso y con menor sufrimiento.
LORENA KOPPMANN, PSICÓLOGA CLÍNICA