Queremos reflexionar sobre el significado de las madres en nuestras vidas. La relación entre una madre y su hijo es única y especial. Es una de las más intensas y transformadoras que puede existir. Es una relación que evoluciona en el tiempo, donde se forma un vínculo que mezcla ternura, protección, instinto y amor incondicional.
En mayo celebramos a las madres. La historia detrás de esta celebración se remonta a 1914, cuando una mujer estadounidense llamada Anna Jarvis quiso honrar el legado de su madre, reconociendo su entrega y dedicación. Así, se estableció el segundo domingo de mayo como el Día de la Madre.
El vínculo que existe entre una madre y su hijo/a durante el embarazo no se iguala a ningún otro en toda la vida. Durante este período, se produce una conexión física y emocional que es única y especial. El feto es capaz de reconocer la voz de la madre al nacer, lo que demuestra la profunda conexión que se establece desde el comienzo de la vida. Para el recién nacido no existe figura alguna que se compare con la de la madre, incluso no se percibe como un ser separado de ella. Este primer vínculo es la base del desarrollo emocional del niño/a y aunque cada experiencia de maternidad es distinta, ese primer encuentro marca la vida de ambos.
A medida que el niño/a crece, la relación con su madre evoluciona. Para el niño/a pequeño, la madre es lo más importante de su mundo. Luego, en la etapa de la adolescencia la relación puede atravesar varios cambios importantes, hay cuestionamientos, desacuerdos y conflictos. En la adultez, la relación sigue evolucionando y puede tomar distintos matices dependiendo del tipo de vínculo que se construyó. Se empieza a reconocer a la mamá como una persona que comete errores, con historias, defectos y limitaciones .
Carl Jung sostiene que toda persona necesita perdonar a sus padres y esta afirmación invita a sanar las heridas que tenemos con ellos. Bert Hellinger, el creador de las constelaciones familiares, afirma que es tarea de todo ser humano «tomar a los padres», lo que significa agradecerles la vida, que es el mayor bien recibido, darles su lugar como el Grande y por encima de los hijos y libre de todo juicio. La relación que tengamos con ellos será un espejo de la manera de vincularnos en el mundo.
Para Hellinger la madre representa la vida misma. A través de ella no solo recibimos alimento y cuidados, «Tomar a la madre» —una frase clave en su enfoque— significa aceptarla tal como es, sin juicios ni exigencias, con sus luces y sus sombras. Solo cuando aceptamos plenamente a la madre, podemos abrirnos completamente a la vida.
Hoy es un momento para agradecer a nuestras madres, la vida y el amor recibido, sabiendo que las relaciones humanas son complejas, que el amor no siempre es perfecto, y que muchas veces se necesita sanar y reparar.
Magdalena Bravo, terapéuta familiar CETESFAM
